Desde la era de las tribus nómadas, el ser humano no ha dejado de desplazarse de un lugar a otro. Viajar es, hoy en día, una de nuestras aficiones favoritas; es más, se diría que más que nunca necesitamos viajar para sentirnos vivos.
Según las últimas cifras de la Organización Mundial del Turismo, el flujo de turistas no deja de crecer gracias al impulso de una economía global positiva, una mayor capacidad aeroportuaria y la agilización de los visados.
El turismo en Euskadi sigue también esta línea de crecimiento, con cifras record y mayor crecimiento en el gasto de nuestros visitantes, incrementándose especialmente el turismo extranjero, que visita la comunidad con intereses y motivaciones cada vez más diversos.
Del modelo tradicional de sol y playa se han abierto camino destinos en sí mismos atractivos por su gastronomía, oferta de salud, naturaleza o por su propuesta de compras en el ámbito moda, que es el tema que traigo a colación en este post veraniego.
El turismo de compras es un turismo generador de negocio que ayuda a la desestacionalización y actúa como palanca para generar empleo. Y es que está demostrado que, cuando estamos de vacaciones, nuestra predisposición a gastar es más elevada.
No hay ciudad que se precie que no desee estar entre los grandes ejes comerciales del shopping y así atraer al turismo de elevado poder adquisitivo, destacando los compradores asiáticos, principalmente chinos y japoneses en París, los mexicanos y venezolanos en Madrid, los turistas árabes en Marbella o los rusos en Milán. Pero, ¿qué busca este tipo de visitantes? Firmas de lujo, desde luego, especialmente cuando visitan las grandes ciudades.
Sin embargo, no todo queda reducido a las grandes marcas. En este mar de iguales propuestas estéticas, mismas firmas y tiendas, el turista cultivado y viajado busca, como antaño hacían las tribus nómadas, algo diferencial que enriquezca el viaje. Algo que no podían encontrar en el lugar del que procedían. Si esto lo trasladamos a la sociedad de bienestar del siglo XXI, en la que se viaja por placer, sería la búsqueda de experiencias y propuestas creativas locales únicas, genuinas y diferentes.
Las firmas de lujo aprovechan los destinos turísticos para abrir pop-ups (boutiques temporales y efímeras), como es el caso de Loewe en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza o Chanel en Saint-Tropez.
No hay verano sin compras por impulso. Pero también hay espacio para lo local, lo especial y auténtico y para saciar esa necesidad de descubrimiento que llevará al hombre a seguir viajando para descubrir aquello único que se convierte en un momento wow del viaje y pasa a formar parte de sus historias compartidas cuando regrese a su origen.
Es aquí donde tenemos una gran oportunidad. Lo local que sea sorprendente, genuino y auténtico es valorado y relevante para el turista.
Mi reflexión compartida es, ¿hasta qué punto estamos optimizando esta oportunidad?
Numerosas fuentes cifran la riqueza que genera esta actividad en los principales destinos turísticos. Sin embargo, no he encontrado ningún estudio sobre la riqueza que genera en el País Vasco las compras efectuadas por nuestros visitantes en el terreno de bienes y servicios de alta gama. Aprovecho y lanzo el guante por si alguna institución se lanza a este interesante estudio, que seguro nos aportaría datos de mucho interés y calado.
Turismo y Moda, un mar de oportunidades y sinergias.
Silvia Ortega Alcorta
Autora de «El nuevo Lujo Experiencial, claves y protagonistas»
Ilustración de Estíbaliz Blanco Alcorta: «Louis Vuitton Spirit of Travel, Spring-Summer 2015, Patrick Demarchelier».