Viajamos a París para reunirnos con Miren Arzalluz, que nos recibe en su despacho del Palais Galliera, sede del Museo de la Moda de París, que dirige desde 2018. Arzalluz, que llegó a la capital de la moda tras trabajar en el Museo Balenciaga de Getaria, y después de estudiar historia y política, encara un nuevo curso lleno de retos. Tras hacer frente en los últimos años a las restricciones por la pandemia, a las obras de ampliación del museo y asumir estar al cargo de la primera exhibición retrospectiva de uno de los símbolos más emblemáticos de la moda, Coco Chanel, la directora vasca nos habla de la próxima gran exposición del otoño que el museo va a dedicar a Frida Kahlo, centrándose en su intimidad y sus secretos.
Han pasado ya más de cuatro años desde que en 2018 tomara la dirección del museo, ¿cómo recuerda hoy la llegada al cargo?
Con mucha angustia, con mucha ilusión y responsabilidad. Te enfrentas al reto profesional más grande al que te has enfrentado en tu vida y lo haces en un país que conoces, pero no a ese nivel. Yo había trabajado antes como freelance y había hecho mucha investigación, pero nunca había trabajado aquí y nunca me había establecido en París. Tenía todo que aprender siendo además la primera vez que dirijo un museo; tenía experiencia, pero no dirigiendo. Y se trata de un museo público francés… con todo lo que eso conlleva.
Fue de las primeras personas extranjeras en ocupar un puesto de esas características… ¿cómo de integrada se siente hoy día en la potente red institucional del país?
Ahora ya es otra historia. He aprendido y experimentado mucho durante estos cuatro años, que han sido muy intensos, por lo que estaba pasando dentro del museo -la obra que hemos acometido, hemos duplicado la superficie de exposición, hemos creado una exposición permanente que no existía, la gran exposición retrospectiva sobre Coco Chanel…- y por lo que ha sucedido fuera: los chalecos amarillos, las huelgas, la pandemia… Han sido momentos muy difíciles para todos, y también para los museos. Ha sido tan intenso todo, que ha sido muy formativo.
¿Cómo ha gestionado todos esos retos?
Sin pensarlo mucho, porque si no la angustia te puede. Vas gestionando el día a día como viene, siendo consciente de que de todo se aprende porque pensamos que estamos formados, pero hasta que no te enfrentas a la situación no aprendes realmente a hacerlo. Siendo muy consciente de que en cada fase estaba aprendiendo mucho. Y realmente ha sido duro, intenso, pero eso quiere decir que después de estos cuatro años, ahora me encuentro más segura y más armada. Conozco la administración, a los actores implicados, y tengo también una red más consolidada en la industria de la moda. En definitiva, se va aprendiendo y desarrollando.
Decía que tuvo la ocasión de estar al frente de la primera exhibición retrospectiva de uno de los símbolos más emblemáticos de la moda, Coco Chanel, que se organizó para la reapertura del museo tras la ampliación. Sorprende que nunca antes se hubiera hecho.
Cuando yo llegué hicimos la exposición de Martin Margiela, aunque en aquella ocasión no hice nada. Había llegado el mes de enero y la exposición se inauguró en marzo; estaba todo hecho. Poco después cerramos el museo para las obras de ampliación. La reapertura fue con la primera exposición de Chanel en la que también era comisaria. Fue una locura, y con la pandemia se nos frustraron un poco los planes. Aunque tuvo un éxito brutal y una gran repercusión en los medios de comunicación, la exposición que debía durar seis meses, con el Covid se quedó en tres. Además, durante ese tiempo, la firma, Chanel, organizó su desfile de alta costura, lo que supuso el cierre del museo para llevar a cabo la producción del mismo. El desfile fue también un momento histórico. Durante un mes registramos más de 40 mil visitantes cuando teníamos el aforo reducido. Como digo, aunque fue todo un poco frustrado, fue una gran exposición que tiene larga vida porque es itinerante. La hemos presentado en Australia, ahora está en Tokio y después va a ir a Londres.
La colección del museo se compone de más de 200 mil piezas en la actualidad, que van desde el siglo XVIII hasta nuestros días, ¿cuál diría que es el principal reto para conservar una colección semejante?
El principal reto es gestionarla bien. Las colecciones van evolucionando y los criterios de adquisición van cambiando. El reto es lograr seguir enriqueciendo la colección para que siga siendo una de las más importantes del mundo.
La gestión de la colección nos lleva muchísimo tiempo, ya sea en la conservación, en la restauración o en la digitalización. Este último es un gran reto, y para nosotros un proceso muy lento. Una colección de textil o moda es mucho más difícil de digitalizar porque cada vez que queremos una sesión de fotografía, hay que movilizar a todo el equipo para hacer el montaje sobre el maniquí. Requiere el mismo montaje que una exposición. Como digo, hay una serie de retos ligados a la gestión que nos llevan mucho tiempo, energía y dinero. Y después está el hecho de seguir enriqueciéndola para que sea una gran colección.
Aquí no te puedes relajar y menos ahora que tenemos una colección permanente que antes no teníamos. Nos hemos autoimpuesto la obligación de mantener la historia de la moda permanentemente a través de nuestra colección. Por ejemplo, si tú muestras una pieza durante seis meses, va a tener que estar descansando seis años. Cada vez que muestras una pieza, no la estas quemando para siempre, pero sí para mucho tiempo. Si quieres mantener una colección permanente, tienes que ir enriqueciendo la colección para que puedas mostrar más piezas y ese es un gran reto. También supone un reto la gestión de la colección existente y las nuevas adquisiciones, para las que nunca tenemos mucho dinero.
Si hablamos de lo inminente, el museo dedicará su gran exposición de otoño a Frida Kahlo, centrándose en su intimidad y sus secretos… ¿podrán los visitantes descubrir cosas nuevas sobre su figura?
Su intimidad. ¿Por qué es importante para nosotros? Porque muestra cómo de importante era su apariencia, sus vestidos, sus objetos personales o sus joyas en la construcción de sí misma. Cómo se expresaba como artista, como mujer, como mexicana… A través de sus objetos personales vemos su militancia política, su identidad de género, su compromiso con la identidad nacional mexicana. Se expresaba como artista.
Esto nos interesa enormemente porque también entra dentro de una nueva lectura que tenemos que integrar en el museo. Vamos a seguir haciendo retrospectivas de grandes diseñadores, exposiciones temáticas… donde podamos abordar la moda desde diferentes ángulos, pero también cosas que no se han hecho nunca. Habrá quien pueda decir que lo que vamos a hacer con Frida Kahlo no es una exposición de moda, pero yo creo que en el museo queremos hablar también de otra forma y Frida Kahlo es una mina de temas que nos dan la oportunidad incluso de difundir la idea de la importancia de nuestra apariencia, de cómo nos construimos a través de lo que vestimos.
¿De qué otras propuestas podremos disfrutar próximamente? ¿Qué podemos conocer de la programación cerrada para los próximos años?
De momento solo te puedo contar del próximo año, porque lo demás no lo hemos comunicado. Tenemos ahora en otoño la exposición de Frida Kahlo y luego una exposición que se llama ‘1997’, en la que hacemos un focus sobre ese año que es extraordinario en relación a la moda. En realidad, hay ya una tradición en el museo de hacer exposiciones temáticas centradas en las diferentes décadas. Se ha hecho ya sobre los años veinte, los treinta, los cincuenta… y ahora, en vez de llamarlo los años noventa, nos hemos centrado en un año que es extraordinario, el 97, porque hay una concentración de eventos de moda en los que se nombra a grandes casas, a creadores que se han convertido en grandes firmas del siglo XX, como Alexander McQueen, Marc Jacobs, Jean Paul Gaultier… además de muchas colecciones icónicas; también es el año en el que asesinan a Versace, como evento relevante de aquel momento.
El año 97 es una especie de síntesis de lo que fue esa década y el anuncio de los que pasaría en el siglo XXI. Igual que para contar la década de los cincuenta empezamos en el año 47 con la primera colección de Dior, que es lo que arrancó la década, podemos decir que hay un paralelismo con el año 97.
¿Qué otros retos y objetivos le quedan al frente de la dirección del museo que le gustaría abordar?
Creo que la moda masculina es una asignatura pendiente, no solo aquí, sino en todos los museos y en todas las colecciones de moda, porque hay un desequilibrio entre la moda masculina y la femenina. Se produce durante mucho tiempo, desde que se colecciona moda en los museos, y sobre todo por lo que nosotros llamamos la gran renuncia masculina -se produce en el cambio de siglo entre el XVII y el XVIII, cuando el hombre se uniformiza y renuncia al adorno- en la que se da una clara transición.
Con la revolución industrial y la necesidad de crear una clase burguesa, también por la influencia de la cultura inglesa, el hombre se uniformiza y adopta el negro y toda su gama. En ese momento, los conservadores de los museos consideran que la moda masculina no tiene mucho interés porque la moda se coleccionaba en función del arte aplicado, y por eso, durante los últimos cien años, se ha coleccionado la moda por la excelencia del bordado, de los tejidos, de la construcción, de la elaboración, el adorno… y en ese sentido la moda masculina dejaba de ser algo susceptible de ser interesante para muchos conservadores.
Es algo que hay que corregir. Nos va a tomar mucho tiempo y no sé si llegaremos a un equilibrio total, pero tenemos que empezar a hacer algo, y en ese sentido, por ejemplo, podemos programar una exposición de moda masculina. Porque en nuestros procesos de adquisición y compra, como no tenemos dinero para todo, muchas veces priorizamos nuestras necesidades próximas. Si tenemos un proyecto sobre esto, hacemos un esfuerzo por reforzar la colección en esa línea, que además, luego quedará ahí habiendo logrando mientras tanto una exposición lo más ilustrativa posible. Por eso creo que si programamos una exposición de moda masculina, seguro que eso hará que empecemos a compensar esta pequeña gran injusticia.
Años atrás usted fue responsable de colecciones y exposiciones del Museo Balenciaga de Getaria, ¿qué reconocimiento tiene esta figura fuera de Euskadi, en una capital como París, por ejemplo?
Con la labor de la fundación y el museo, creo que todo el mundo es consciente de la dimensión de esta figura y de su enorme importancia en la industria de la moda. Internacionalmente todo el mundo entiende que la moda del siglo XX, incluso la actual, se define gracias a Balenciaga. Es uno de los grandes creadores de la industria de la moda.
La marca ha tenido años muy oscuros. Balenciaga cerró la casa en el año 1968 y no es hasta después de su fallecimiento, cuando la familia vende la marca -cosa que no hubiera querido que pasara- que vuelve a ser lo que un día fue. En realidad no es hasta que Nicolas Ghesquière es nombrado director artístico, al final de los años 90, que la casa recupera su prestigio y liderazgo.
¿Diría que la marca mantiene hoy en día la esencia que tenía Balenciaga?
Sí. Ya no son los años cincuenta. La moda dejó de ser el sistema que era y vivimos en un mundo que poco tiene que ver con aquello. Sin embargo, yo creo que la actual casa, no solo tiene un enorme respeto por el legado de Cristóbal y por su patrimonio, sino que hace un gran esfuerzo por mantener, ampliar, cuidar y promover su estudio.
El actual director artístico, además de conectar con Cristóbal en muchas cuestiones -y aunque para muchos no sea evidente desde un punto de vista estético-, tiene muchos aspectos en cuenta: la innovación, el cuestionamiento de la silueta, la búsqueda de nuevas siluetas, el cuestionamiento incluso de un determinado canon de belleza y el compromiso de la casa por volver a hacer alta costura -la que defendía Balenciaga, que creaba para poder vestir los diferentes momentos del día de la mujer- también para el hombre, porque se integra al hombre en alta costura.
Y es ahí donde se ve que hay un enorme respeto, y una relectura del trabajo de Cristóbal. Y creo que la casa vuelve a liderar la moda. Está comprometida con muchas cosas a diferentes niveles, y aunque no soy muy objetiva con esta casa, lo están haciendo bien.
Llama la atención que el museo Balenciaga y la marca no parezcan estar vinculados. En el País Vasco, por ejemplo, no hay ni una sola tienda de Balenciaga. ¿No se está perdiendo el tirón en ese sentido?
No. Un museo es un museo. Hay una delgada línea que separa una gran marca y la dimensión comercial. Nosotros aquí, y el Balenciaga igual, tenemos que delimitar muy bien esa relación. De hecho, hay una relación entre el museo y los responsables de patrimonio del archivo de la Casa Balenciaga; una relación muy intensa y que funciona muy bien.
Hay préstamos regularmente y la casa contribuye a facilitar las cosas. Existe una buena relación a nivel de patrimonio y es ahí donde nosotros deberíamos movernos. Otra cosa es que un día quieran pedirle un sponsor a la casa, pero eso es otra dimensión. Por eso que no se vendan productos en el museo me parece lo normal. Nosotros tampoco lo hacemos porque hay que establecer una línea.
A nosotros nos toca enfrentarnos a esa crítica cuando hacemos exposiciones, porque parece que estamos al servicio de las marcas. Nos responsabilizan porque parece que estamos jugando su juego de vender. A ellos les viene bien que organicemos exposiciones desde el punto de vista del marketing y la comunicación, pero tenemos que saber bien dónde está la línea. Lo que a nosotros nos interesa es hacer una lectura histórica, científica de la moda, y de cualquier casa, como puede ser Chanel. Y luego está la dimensión comercial que tiene la casa.
Estos días se está grabando en el País Vasco el biopic sobre Balenciaga, ¿se está reconociendo debidamente su figura?
Soy asesora en el proyecto y creo de verdad que va a salir bien. Han sido muy rigurosos, se han preocupado mucho por comprender al personaje en toda su dimensión. Además, es un equipo con una enorme sensibilidad -eso ya lo han demostrado antes- y son muy conscientes de la dimensión de este personaje en la historia cultural y de la moda. Ellos tienen además claves que otros directores no tendrían, claves que les ayudan a interpretar los orígenes de Balenciaga y cómo funcionaba.
Han sido muy rigurosos y fieles a la realidad. Han comprendido al personaje y lo han interpretado con mucho respeto; además de la calidad de la producción. En lo que a mí respecta, que es la parte histórica, se tomarán sus licencias, pero creo que no serán cosas que desvirtúen su trabajo.
¿Ha pensando en un posible regreso a casa? Llevar de vuelta el conocimiento adquirido durante tantos años fuera… ¿cuáles son sus planes de futuro?
Sí y no. No tengo planes de futuro. No sé cuánto tiempo voy a estar aquí y no sé lo que voy a hacer después. Echo de menos aquello, pero a día de hoy no tengo plan de vuelta. Un día volveré pero ese día ya pensaremos. Por ahora voy mucho, pero volver en el corto plazo… por ahora no.
¿Qué es el lujo para usted?
El lujo, para mí, después de todo lo que hemos vivido, adquiere otro significado. Creo que para mí el lujo es la experiencia de un momento extraordinario; que puede ser muchas cosas y en muchos planos. Puede ser un paisaje que te hace llorar, puede ser una experiencia con tu familia, una exposición… yo he llorado en exposiciones. El lujo es la apreciación de esa experiencia extraordinaria que te llega muy profundo. No es una respuesta muy académica, pero es como lo siento yo.
Fotografías: 1 Miren Arzalluz / 2 Palais Galliera / 3 Rebozo and cotton huipil, silk skirt with woven velvet floral motifs. © Museo Frida Kahlo – Casa Azul collection – Javier Hinojosa, 2017 / 4 Frida Kahlo by Toni Frissell, US Vogue 1937. © Toni Frissell, Vogue © Condé Nast