Hablamos con el máximo responsable del Museo Guggenheim Bilbao en el 25º aniversario de la institución. Una historia de éxito que ha puesto en valor la capacidad transformadora del arte y ha situado al País Vasco en la primera división de los grandes polos culturales del planeta.
Ni la obra más extrema de Raoul Hausmann, artista dadaísta e inventor del fotomontaje, habría sido capaz de conseguir una panorámica más quimérica: una espectacular estructura de titanio dentro de una parcela surcada por el puente de La Salve de Bilbao y vigilada por un perro hecho de flores naturales. Hace cien años, Hausmann acuñó el concepto de “anarquía visual” (Visuelle Anarchie), y esa es la categoría que podría ocupar la volumetría curva e irreal de este edificio de 24.000 metros cuadrados. Sin embargo, dicha anarquía visual no es más que una ilusión, un trampantojo que, en realidad, representa un hito arquitectónico y una historia de reconversión urbanística única en el mundo.
Ese hito se llama Museo Guggenheim Bilbao, y en octubre de 2022 cumplirá 25 años. Resulta imposible ignorar un aniversario que simboliza la enésima resurrección de Bilbao. También representa la demolición de las fronteras entre la cultura más elevada y el público general. Los pilares que sustentan este milagro tantas veces imitado son trabajo, trabajo y trabajo. Y al frente de esta tarea titánica se encuentra Juan Ignacio Vidarte (Bilbao, 1956), Director General del Museo Guggenheim Bilbao. Este licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Deusto lleva tiempo vinculado a la institución, desde su génesis. “Mi relación con el museo se remonta más allá de sus 25 años, ya que estuve presente en las primeras conversaciones del proyecto. Contemplo este tiempo con la satisfacción de ver cómo una idea plasmada en un papel se ha ido transformando en una realidad que ha ido cumpliendo sus objetivos”, explica a BASQUE LUXURY.
Resulta increíble que unos antiguos terrenos abandonados por la industria y usos portuarios acojan, en la actualidad, una de las sucursales más famosas de la prestigiosa Solomon R. Guggenheim Foundation, seguramente la máxima referencia museística en arte contemporáneo. “El museo de Bilbao es una institución cultural muy enraizada en su contexto. Además de una referencia cultural, creo que es, en cierta manera, un icono del País Vasco en el mundo”, señala Vidarte.
Los orígenes del museo
Los trámites para materializar la gran idea comenzaron en febrero de 1991, cuando los responsables de las Administraciones Vascas se pusieron en contacto con los de la Solomon R. Guggenheim Foundation para proponerles su participación en el plan de revitalización de Bilbao y del País Vasco en general. La propuesta fue muy bien acogida por el patronato, puesto que ya se había aprobado una estructura con varios emplazamientos en todo el mundo. Tras meses de arduas negociaciones, en diciembre de ese mismo año, el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Bizkaia y la Solomon R. Guggenheim Foundation firmaron el acuerdo de Servicios de Desarrollo y Programación para el Museo Guggenheim Bilbao.
Juan Ignacio Vidarte vivió todo el proceso en primera persona. El entonces Director General de Política Fiscal y Financiera de la Diputación Foral de Bizkaia fue nombrado en 1992 Director del Consorcio del Proyecto Guggenheim Bilbao, responsable de la construcción e instalación del museo. “Siempre digo que este proyecto ha sido el catalizador de un proceso. No es la única parte, ni siquiera probablemente la parte más importante, pero sí ha impulsado un proceso de transformación mucho más amplio y mucho más global, tanto en el plano social como en el urbanístico y económico”. ¿Se trata de un modelo extrapolable a otras ciudades? “Pues no lo sé, ya que resulta fundamental que este tipo de proyectos formen parte de un plan más amplio y coherente, como ha sido el caso de Bilbao”, cuenta.
Efecto Guggenheim
Nuestro protagonista se refiere, sin duda, al Efecto Guggenheim, un término que alumbraron los medios de comunicación para poner en contexto un macroproyecto que consiguió transformar un ecosistema decadente en un vergel urbanístico, económico, cultural, social y turístico. “Hay muchas lecciones que se pueden extraer de la historia del Guggenheim Bilbao. La primera, el papel que la cultura puede tener como motor de transformación, es decir, la idea de que la cultura no es simplemente algo que está ahí casi como un lujo, como algo que llega en el momento en el que todo lo demás está satisfecho. También hay que tener en cuenta la importancia de la arquitectura, que a veces se desdeña, pero que puede desempeñar un papel muy relevante para que estos procesos tengan éxito”, explica.
Insistimos y le pedimos al artífice de este fenómeno que siga revelando sus trucos de prestidigitador, pero pronto descubrimos que no hay trucos sino mucho esfuerzo. ¿Qué otras enseñanzas nos ha regalado el Efecto Guggenheim? “Sin duda, que siempre es necesario poner en marcha un modelo conceptual-operativo para que la institución que se crea sea sostenible, asegurando las alianzas necesarias para garantizar la calidad de los contenidos. ¿Otra lección? Que un proyecto como este debe tener unos objetivos claros antes de emprenderlo, y que tiene que tener unos niveles de apoyo público-privado suficientes para garantizar su efectividad”, añade.
El hecho diferencial de la experiencia
La gestión de Vidarte al frente de la institución no alberga dudas. Su capacidad de trabajo le ha llevado a simultanear su puesto con el de Director General de Estrategia Global de la Solomon R. Guggenheim Foundation. Por lo tanto, pocos profesionales de su talla tienen una mirada panorámica como la suya. “Creo que desde el principio el Guggenheim de Bilbao ya fue prefigurando algo que después se ha manifestado como muy relevante, que es la importancia de la experiencia en la visita a un museo. Desde sus orígenes se planteó que tan importantes eran los contenidos como la manera en que estos se reflejaban en unos espacios determinados”, cuenta.
Llegados a este punto, cómo no hablar del edificio de titanio que envuelve esta experiencia. Obra del arquitecto canadiense-americano Frank Gehry, la estructura representa un magnífico ejemplo de la arquitectura más vanguardista del siglo XX. El diseño de Gehry crea una estructura escultórica y espectacular perfectamente integrada en la trama urbana de Bilbao y su entorno. Sin duda, un contexto inigualable para celebrar el 25º aniversario de la institución: “Para este año hemos diseñado una programación muy variada que coincide con la vuelta a la normalidad previa a la pandemia. Por un lado, tenemos la exposición Motion, que explorará el automóvil como elemento de movilidad pero también como icono de arte y diseño. Por otro lado, ofreceremos una selección de obras que van del fauvismo al surrealismo, procedentes de las colecciones del Museo de Arte Moderno de la Villa de París. Y más tarde serán protagonistas los dibujos de George Seurat y las creaciones de Richard Serra. A final de año, coincidiendo con el aniversario, presentaremos obras de la colección permanente del Museo Guggenheim Bilbao, que es un guiño a la exposición inaugural del museo en 1997”.
El museo del mañana
Bajo el mando de Vidarte, el museo de Bilbao ha recibido numerosos premios y galardones desde su apertura en 1997, entre los que cabe citar la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 1999; el Museo Europeo del Año 2000 concedido por el European Museum Forum; la Q Plata según el modelo EFQM de excelencia en la gestión en 2004; la Placa al Mérito Turístico 2005; o Vasco Universal 2007. Sobre el futuro, le preguntamos al director cómo le gustaría que fuera recordada su gestión. “Los directores de los museos deberíamos ser notas a pie de página. En mi caso supongo que quedará reflejado que me ha tocado ser el primer director de esta institución. Yo he sido el capitán de la nave en esta primera travesía, pero nada más. A lo que aspiro realmente es a que el museo mantenga su relevancia”, señala nuestro protagonista.
Su reto más inmediato es acertar con el proceso de transformación digital. “Al final las instituciones tienen que ser híbridas: siempre tendrán una dimensión fundamental, que es su aspecto físico y presencial, pero hay que complementarla con una identidad digital fuerte. Además, si algo ha demostrado esta pandemia es cómo las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana. Por lo tanto, es muy difícil predecir el futuro, pero este museo tiene en su ADN el sentido de anticipación y de resiliencia. Estar en un proceso constante de reinvención es bueno para afrontar los retos del futuro”, cuenta.
El País Vasco en el radar
La experiencia nos demuestra que es muy importante pensar globalmente, pero sin olvidar que la cultura es un trencadís de millones de expresiones locales. Nadie ignora que el museo que dirige Vidarte hunde sus raíces en un lugar especial. “Por tradición, en el País Vasco existe una densidad de creadores y artistas de gran nivel, y no creo que guarde proporción con nuestro tamaño. Es sorprendente que tengamos una densidad tan alta de gente que está en el máximo nivel de proyección”, confiesa. ¿Es ese uno de los motivos que impulsan la ampliación del Guggenheim en Urdaibai? “Ese proyecto es parte de la visión de futuro del museo, que está aprobada por su patronato, pero está pendiente de su lanzamiento, pues hay que encontrar una fórmula de financiación. Nosotros tenemos un modelo que genera los suficientes recursos para poder asegurar el funcionamiento anual de la programación de Bilbao, pero no generamos lo suficiente para poder acometer inversiones de esta magnitud. Estamos un poco a la espera, con ilusión, pero todavía con incertidumbre”, aclara.
Nos despedimos de Vidarte pensando en Raoul Hausmann y sus fotomontajes. Si hace treinta años nos parecía ciencia-ficción que Bilbao acogiera una institución tan singular en la Avenida Abandoibarra, no queremos imaginar qué otras sorpresas nos depararán las siguientes décadas. Hace treinta años tampoco podíamos prever que en 2025 existiría un museo Guggenheim Abu Dhabi, o que una pandemia podría paralizar el mundo como si de una guerra mundial se tratase. Hausmann no sabía que el siglo XXI sería más dadaísta que el propio dadaísmo.
Texto: Iñaki Laguardia.
Fotografías: © FMGB, Guggenheim Bilbao Museoa, 2021 / Erika Ede.