La costa vasca tiene una longitud de 246 km, 40 playas, 50 olas de surf y más de 100 empresas de turismo náutico dedicadas a ofrecer los mejores planes en el mar. Entre las múltiples posibilidades está el alquiler de yates, barcos a motor y veleros, con o sin tripulación, para realizar salidas personalizadas. También hay viajes programados en botes, motoras, atuneros tradicionales, catamaranes y en ferri; entre otros, para avistar cetáceos, recorrer el Flysch del geoparque o bordear San Juan de Gaztelugatxe. Los primerizos pueden aprender a navegar en una de las escuelas de vela ligera, y para aquéllos que lleguen a Euskadi en su propio barco, la costa vasca dispone de 20 puertos deportivos.
Descubrir el fondo marino es otra de las actividades favoritas de los turistas, y hay 10 agencias en Bermeo, Getaria, Getxo, Hondarribia, Mutriku y Pasaia dedicadas a organizar inmersiones. Para quienes prefieran no sumergirse, pero sí divertirse conduciendo e incluso “volando” sobre el mar, hay tres empresas que alquilan motos de agua, en Zumaia y Hondarribia, y otras cuatro que ofrecen flyboards y jetboards.
Los más deportistas podrán practicar el Stand Up Paddle y el piragüismo, o incluso iniciarse en un deporte muy local: el remo. Actualmente hay cuatro agencias, en Pasaia, Orio, San Sebastián y Lekeitio, que posibilitan remar una trainera. Otra disciplina en boga es el coasteering, consistente en el aprovechamiento de la orografía costera para conjugar diferentes deportes acuáticos y actividades. Aunque el deporte estrella sigue siendo el surf: los primeros surfistas ya aparecieron en las playas de Euskadi en los años 50, pioneros en Europa, y hoy en día la costa vasca es uno de los principales destinos de surf del continente. El club Surfing Euskadi está formado por escuelas autorizadas que ofrecen clases con el mejor material, y organizan surfcamps.
La relación entre los vascos y el mar está patente desde hace siglos; de hecho, los primeros clubs náuticos en los puertos de Bilbao, San Sebastián y Hondarribia datan de finales del siglo XIX y, hoy, gracias a la proliferación de empresas náuticas, los visitantes -y los locales- tienen múltiples formas de gozar del gran azul.
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