Dice Carme Pinós, Premio Nacional de Arquitectura 2021 y Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya 2015, que la generosidad espacial no es un derroche y que el lujo en su oficio no son los mármoles o las triples alturas, sino la brisa que se cuela en los edificios y la emoción que estos provocan en quien los visita. Bajo esta premisa ha trabajado también el arquitecto navarro Rafael Moneo, autor del auditorio Kursaal o el templo católico de Iesu en Riberas de Loiola, ambos en San Sebastián. Este último no solo es el mayor icono de la arquitectura religiosa del siglo XXI en el País Vasco, sino también el escenario que alberga la iniciativa Argiartean de Donostia Kultura.
Este festival que celebra el arte lumínico y el talento local acogió en su última edición de otoño de 2022 a más de 5.000 personas durante tres noches consecutivas. ¿Su objetivo? Impulsar, mediante el uso de la luz, la puesta en marcha y exposición de trabajos experimentales de artistas de diferentes disciplinas y perfiles. Así lo demostraron talentos como Puy Barral y Garazi Navas con sus collages de palabras, José Zugasti y Borja Jiménez con una escultura que se expandía en un cielo de esferas en movimiento, Beñat Achiary y Joseba Irazoki con su homenaje al cineasta José Antonio Sistiaga, o la banda musical Bongho Krappul y su exótica psicodelia.
Argiartean es un tributo a la luz mediante sorprendentes instalaciones light-art, proyecciones monumentales y actuaciones en vivo. Se trata de una oda a la parte más luminosa de la vida cuyo escenario no puede ser más evocador: la iglesia de Iesu (que significa Jesús en griego) y el adyacente Jardín de la Memoria. Los elementos de la luz, el viento y el agua, con el río Urumea a unos pocos metros, conforman una sucesión del proyecto Olatu Talka de 2019. Tal es su vocación de continuidad que este año Argiartean se celebrará los días 6, 7 y 8 de octubre en el mismo emplazamiento.
Quién le iba a decir a Moneo en 2011 que su valentía al apostar por una iconografía que reflejase las preocupaciones estéticas actuales se convertiría en un faro refulgente (nunca mejor dicho) que alumbra y abriga, no solo a los fieles que acuden a su santuario, sino a los curiosos que se acercan a Argiartean. La arquitectura de Moneo rehúye la grandilocuencia y la provocación y nos recuerda que los humanos no somos más que individuos intentando relacionarnos con la naturaleza. La luz de Iesu y la de los artistas de Argiartean consiguen, sin duda, hacerlo más fácil.
Argiartean
Fotografía: Iñaki Rubio.