Para Frédéric Gutiérrez Barde no hay una jerarquía entre los diferentes materiales y soportes. La resistencia o no resistencia de los materiales, el comportamiento de los pigmentos, el óxido, el metal o el polvo de mármol, dirigen la reflexión sobre la materia que crea la luz, otorgándole una profundidad poética que invita a la contemplación. En muchas de sus obras, gran parte de la fuerza radica en los materiales utilizados.
El artista reflexiona sobre la condición humana a través de los Rostros, manipulándolos una y mil veces, consiguiendo una figuración enigmática y, en ocasiones, desgarradora; caras anónimas que nos invitan a reflexionar sobre el misterio que contienen, tan próximo como impenetrable. Estos trabajos no están marcados con pautas para su interpretación; son obras que otorgan al espectador libertad interpretativa. El pasado año presentó sus últimos Rostros en Francia, primero en la galería Gaab de Biarritz, y después en la galería Valérie Peter de Burdeos.
En su estudio conviven de manera natural la abstracción y la forma. Siempre le ha interesado trabajar varias líneas a la vez; dependiendo de su estado, se vuelca en una u otra, sin premeditación, con absoluta libertad. En sus obras abstractas más recientes, el color negro es el gran protagonista. Sin embargo, entre los oscuros brochazos que aparecen en los primeros planos, se dejan ver cálidos destellos, provenientes de una base compuesta, una vez más, de diferentes materiales, como papeles u óxidos. Pinta alrededor del vacío para dar forma a la luz. Siguiendo esta línea, su última serie en papel titulada La oscuridad sigue poblada de luciérnagas, se puede considerar una continuación de las ideas y la estética que ha imprimido el artista a sus trabajos más actuales.
El pasado otoño se expuso en la galería que alberga la Torre Luzea de Zarautz, un edificio renacentista del siglo XV, una muestra conjunta de los diversos géneros en los que el artista se expresa, desde la pintura al collage.
Frédéric Gutiérrez Barde
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