La pensadora alemana Hannah Arendt explicaba así la fórmula bajo la cual había vivido toda su vida: “Prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga». Experta en la génesis de los totalitarismos, su axioma vital bien podría servir para afrontar cualquier existencia cruel o despiadada. No es el caso de Christian, protagonista de la efervescente novela Entre el cielo y la tierra, cuya realidad es mucho más apacible y feliz. Al menos, aparentemente. Poco tiene que ver lo que denunciaba Arendt con los contextos políticos y sociales actuales de Oriente Medio, donde se desarrolla la novela, pero no es menos cierto que ningún occidental se puede salvar de sufrir un gran choque cultural si transita aquellos lejanos desiertos. De ahí la idoneidad de usar el “prepárate para lo peor, espera lo mejor…» como un expeditivo salvavidas.
La marcha de Christian por motivos laborales a Qatar, uno de los emiratos más avanzados de aquella región, sucede no sin pocos contratiempos y vicisitudes. Su vibrante relato está trufado de confusiones y reveses que inevitablemente acaban provocando una risa en el lector. Y más si tenemos en cuenta que el protagonista de la novela de Joanes Mathiuet es un tipo cristiano –al menos, culturalmente–, homosexual y con cierta tendencia a los placeres epicúreos. O sea, el cultivo ideal para que germinen todo tipo de absurdas coyunturas.
Entre el cielo y la tierra es una brillante sucesión de momentos propios del subgénero slapstick, aquellas famosas comedias de mediados del siglo pasado que se basaban en una exageración algo naíf del humor. En este caso, con las costumbres sociales y religiosas como ejes vertebradores. Y es que si uno se queda en la superficie de lo que constituye esta novela, eso es precisamente lo que podrá ver en sus páginas.
Sin embargo, vayamos a lo esencial. Entre risa y risa, en el relato de Mathiuet subyace una compleja realidad –nada naíf– donde las diferencias culturales desempeñan un papel nuclear. Detrás del slapstick se esconde un régimen autoritario que reprime la diferencia y al diferente. No hace falta recordar que en países como Qatar y alrededores, todo lo que entra en contradicción con su férrea moralidad acaba siendo intervenido.
En este sentido, el protagonista de Entre el cielo y la tierra nos recuerda la difícil perviviencia del colectivo LGTBI en los países no occidentales: la lacerante situación de la diversidad en ciertos lugares ejemplifica la necesidad de no cejar en la lucha por esos derechos que deberían ser connaturales a nuestra condición humana. Por eso esta novela es un artefacto cultural de primer orden, pues ofrece una mirada poco conocida sobre el estado de las cosas en Qatar y además hará las delicias de cuantos se atrevan a adentrarse en sus hilarantes páginas.
Que nadie se confunda: todos los temas que aborda el libro están tratados desde una óptica de máximo respeto hacia otras culturas y creencias. Estamos, simplemente, ante un espejo de esa realidad que sucede entre el cielo y la tierra. Además, el humor, en definitiva, nunca puede ser molesto. Por todo ello, hay motivos para celebrar la publicación de este relato tan fresco y mordaz. No les decepcionará.